Joe Dispenza estudió Bioquímica en la Universidad de New Brunswick (Nueva
Jersey) y es doctor en Quiropráctica por la Life University de Atlanta
(Georgia). Coautor del filme récord de Y tú qué sabes, llena salas de
conferencias en Estados Unidos y Europa explicando de forma sencilla cómo
cambiar.
Alguien discute con su pareja y termina con un: “Soy así, no
puedo cambiar”.
¿Qué
le diría usted?
Que no es verdad. Se producen
una serie de reacciones químicas en el cuerpo que hacen creer que no se puede
cambiar, pero la evidencia de la ciencia dice todo lo contrario. Hay que
olvidar la idea de que el cerebro es un órgano estático, rígido e inmutable.
Sí, podemos cambiar.
¿Cómo?
Cambiando de pensamiento. El
interruptor que activa el cambio es la voluntad, porque desencadenará una nueva
información. Cambiar es pensar de forma más amplia, trascender tu propio
entorno. Es conectarte a un sueño, a una idea que ya existe en el campo
cuántico de posibilidades. Es creer en ese futuro cuando todavía no se puede
percibir con los sentidos.
¿Por qué es tan difícil cambiar?
Porque las reacciones emocionales son muy adictivas. Puedes
decirte a ti mismo que no te gusta tu trabajo ni tu relación de pareja, que no
te gusta nada de lo que haces y tienes en tu vida. Pero eso es una emoción que
la mente ha memorizado para reafirmar su identidad. Esas reacciones químicas
alteran nuestra percepción de la realidad e impiden la entrada de cualquier
otro tipo de información en nuestro cerebro. Para cambiar hay que romper esa
emoción.
Pero no es nada fácil cambiar los pensamientos. Lo primero que
hay que hacer es observarlos y relacionarlos con lo que te pasa en la vida. Así
uno empieza a ver reflejados en su cotidianidad los efectos que ha creado con
cada uno de sus pensamientos.
¿Por qué da miedo
cambiar?
Porque eso supone pasar de una situación cómoda y predecible a
otra desconocida. La mayoría de las personas sueñan con emprender cosas nuevas,
pero no pasan a la acción, se quedan en el plano intelectual. ¿Cómo podemos
realizar estos proyectos si seguimos apegados a lo familiar y convivimos con
esta vieja personalidad? Para experimentar algo nuevo tenemos que arriesgar,
dejar el territorio de lo predecible y entrar en el terreno de la
incertidumbre.
¿Qué se debe cambiar para
crear una nueva vida?
Hay que cambiar no sólo lo que se piensa y se hace sino también
cómo se siente. Uno no puede esperar que pase algo diferente en su vida si
tiene los mismos pensamientos, hace las mismas cosas y abraza las mismas
emociones cada día. Si somos capaces de cambiar la interpretación de nuestra
realidad, nuestro cerebro trabajará con nuevas secuencias y patrones. Y eso es
lo que cambia la mente, porque la mente es el cerebro en acción.
¿La neurociencia puede
demostrar que los pensamientos crean el camino?
El modelo neurocientífico dice que podemos cambiar en cualquier
momento de nuestra vida. Cambiaremos nuestro cerebro con cada nuevo
pensamiento, con cada nueva experiencia, con cada sueño que persigamos. El
ingrediente principal es la información, el conocimiento. Cada vez que
aprendemos algo nuevo añadimos una nueva conexión en nuestro cerebro.
¿Cómo se puede enseñar a
los hijos a no ser personas definitivas, a vivir en el cambio?
Lo primero es enseñarles inteligencia emocional, enseñarles a
controlar las emociones y decirles que las emociones son lo que nosotros somos.
En segundo lugar no hay que enseñarles nada que nosotros no seamos capaces de
hacer. Los niños se fijan más en lo que hacemos que en lo que decimos porque
tienen más activas un tipo de neuronas llamadas neuronas espejo, que copian lo
que hacemos. Si quieres que estén de acuerdo con el cambio, demuéstrales lo
versátil que eres, y así serán independientes. En tercer lugar, no se debe
intentar razonar con los hijos durante una reacción emocional porque te van a
dejar solo. Hay que permitirles la libertad de tener esa reacción y hacerles saber
que se les está observando. Al cabo de un rato se les debe hablar sobre lo que
uno quiere cambiar de sí mismo y crear el entorno para que ellos empiecen a
observar quiénes son, sin juzgarlos. Y preguntarles qué harían diferente si
vivieran de nuevo la misma experiencia. De esa forma se empieza a cambiar su
cerebro y su cuerpo mucho más allá de la experiencia presente. Y se les da
confianza para que empiecen a abrirse a su propio potencial.
¿En cada momento se vive
lo que uno ha creado con sus pensamientos?
Sí. Sin duda. Somos los creadores de nuestras realidades. El
problema es que la mayor parte del tiempo son nuestros pensamientos
inconscientes los que crean esa realidad. Son programas que funcionan justo
debajo de nuestra conciencia y que memorizan comportamientos, pensamientos y
reacciones emocionales. Estos son los que crean esa química que nos hace
reaccionar siempre de la misma manera.
Pero nadie quiere vivir una enfermedad o un accidente, por
ejemplo.
Uno mismo no crea ese accidente o esa enfermedad de forma
consciente, pero quizás ha estado pensando inconscientemente cuán terrible es
su vida, cuánto está sufriendo, lo triste que se siente, cuánto dolor tiene
dentro… Ha creado, en su subconsciente, un refuerzo de las emociones de dolor y
sufrimiento, y eso se refleja fuera, en su vida, en un accidente o enfermedad.
Hay algo importante: nunca debemos culparnos por nuestras creaciones, todo es
aprendizaje.
La clave es cambiar el propio estado emocional…Las emociones son experiencias que el cuerpo memoriza. Si una
persona está viviendo con las mismas emociones cada día, es que no le está
ocurriendo nada nuevo. El cuerpo cree que está en la misma experiencia todo el
día. La redundancia de este ciclo entrena al cuerpo para estar en el pasado en
vez de en el momento presente, y la persona, con sus pensamientos, vuelve
consistentemente al pasado porque su emoción está conectada al pasado. Cuando
una persona quiere cambiar intenta pensar en un futuro, pero las emociones le
devuelven al pasado. Por eso es tan importante cambiar nuestro estado
emocional.
¿Las enfermedades, las
crisis, las pérdidas hay que verlas como un trampolín para cambiar?
Esos traumas, esas crisis, son, efectivamente, catalizadores del
cambio. Una gran mayoría de las personas requiere de un estado de sufrimiento
para decidirse a cambiar. Pero también podemos cambiar desde un estado de
bienestar y de alegría mediante el proceso de soñar una nueva vida. No es
cierto que nuestro destino se encuentre escrito en los genes.
¿Cuál es el mayor factor
desencadenante de las enfermedades?
Entre un 75% y 90% de los occidentales acude al médico debido al
estrés emocional. Emociones que se esconden detrás del estrés y que tienen que
ver con el enfado, la frustración, el odio, el juicio, el dolor, el sufrimiento,
la culpa, la desesperanza, el miedo, la ansiedad, la falta de poder, la
inseguridad… Si estás ante un reto, tu cuerpo crea un montón de reacciones
químicas para movilizar esa energía. Esencialmente, los pensamientos y las
emociones pueden hacernos enfermar, pero si nos hacen enfermar también nos
pueden sanar.
Los humanos saben que quieren cambiar, pero la mayoría de las
veces no tienen la evidencia de lo que quieren ser o hacer.
Es cierto. Cuando no sabes qué quieres ser o hacer, primero
debes decidir quién no quieres volver a ser, de qué modo no quieres volver a
pensar jamás, cómo no quieres sentirte y cómo no quieres actuar. Tienes que
empezar a crear y reinventarte a ti mismo, romper el hábito de ese yo antiguo y
reaprender. El pensamiento positivo no es suficiente, hay que entrar dentro de
uno mismo y empezar a reconstruir.
Usted tuvo un accidente muy grave de joven, y los médicos le
dijeron que no volvería a andar.
¿Por qué creó ese accidente y cómo lo superó?
A mis 24 años vivía una vida de éxito y bienestar que yo creía
que era completa. El accidente fue probablemente una de las mayores bendiciones
de mi vida, porque me llevó a cuestionar mis valores y a empezar a pensar en mis
prioridades. Cuando te rompes seis vértebras dorsales y tienes fragmentos óseos
en la médula y cuatro médicos te dicen que nunca más vas a volver a andar, no
vuelves a vivir una vida normal. Llegué a comprender principios universales que
me parecían pura teoría filosófica. Me aconsejaron que me operara, pero decidí
no hacerlo y experimentar, en cambio, lo que sentía, ser coherente con mi
pensamiento. Pensé que el poder que hizo el cuerpo cura el cuerpo, base de la
filosofía quiropráctica. Hay una inteligencia en cada ser humano que nos da
vida, y conecté con esa inteligencia durante todo el tiempo, sin hacer nada más
que dedicarme a mi curación. No podía imaginar mi vida con hierros en la
espalda y viviendo de medicinas. Quería dar a esa inteligencia un plan muy
específico y que ella hiciera lo mejor para mí. Los átomos son nada en un
99,999 por ciento, nada material, pero lo son todo en potencia. Esa
inteligencia organiza todo eso. Cuando empecé a notar cambios en mi cuerpo,
físicamente, presté mucha atención a lo que hacía con mi cuerpo y con mi mente
y lo repetí y repetí hasta que la repetición de ese ciclo empezó a sanar mi
cuerpo.
¿La repetición es la base
para crear cualquier realidad más elevada?
La grandeza es creer en ese futuro que existe más allá de
nuestros sentidos y mantenerlo vivo en nuestra mente hasta que el evento
realmente sucede. ¡No creamos las cosas porque no creemos que seamos capaces de
hacerlo! Las personas no comprenden que los pensamientos producen grandes
efectos en sus vidas. Quizás tengan algunos pensamientos conectados a un estado
elevado de emoción, ¡pero sólo durante 15 minutos al día! Y se preguntan:
“¿Cómo no ha sucedido el cambio todavía?”. Es porque las otras 23 horas y 45
minutos, su mente está vagando por todas partes: están enfadadas, negativas,
juzgando. Para actuar sobre la realidad tenemos que alcanzar estados más
elevados de conciencia y dejar entrar emociones nutritivas, como la gratitud,
la alegría, la apreciación de las cosas. La dificultad reside en cómo llegar a
ese punto, porque la mente analítica dirá: “¿Por qué voy a dar las gracias o
estar alegre si no me ha pasado todavía?”. Eso es el antiguo modelo de
pensamiento. Muchas personas, secretamente, creen en su propio poder, pero
nunca hacen un hueco para saber realmente qué quieren.
¿Tiene mucho que ver la
meditación en este proceso?
La meditación es el primer paso para producir cambios. Es una
técnica que enseña a observar los pensamientos y aquietar la mente. Te lleva a
saber dónde estás y a cambiarte a ti mismo, porque cambia la relación entre la
mente y el cuerpo. En ese estado del ser donde sólo hay conciencia estamos
produciendo un campo electromagnético que afecta a ese cambio. Después de
meditar es imposible tener mal humor.
¿Qué efecto produce el silencio mental en las células?
El lóbulo frontal del cerebro (lo que denominamos tercer ojo) es
la última pieza de nuestro sistema neurológico. Cuando nuestra parte divina
controla nuestra parte animal, el cerebro cambia fisiológicamente. En
experimentos con monjes budistas rezando se ha comprobado cómo el lóbulo
frontal aísla ese control animal y, en consecuencia, silencia el resto del
cerebro, enfría las células cerebrales que tienen que ver con el tiempo y el
espacio, con el cuerpo y con nuestra identidad. Entonces no se procesa nada
más. A eso lo llamamos paz. A través del silencio pasamos de ser alguien con
opiniones o juicios a un campo cuántico donde somos no alguien. Ahora la mayor
parte de la humanidad está preparada para alcanzar ese campo.
Si el mundo es un reflejo de lo que sucede a las personas,
¿se
podría decir que el ser humano está viviendo una revolución celular?
Estamos en un tiempo en la historia donde el cambio tiene que
ocurrir. Pero para hacer que algo nuevo ocurra, lo viejo tiene que morir. Muchos
paradigmas están colapsados: los modelos político, médico, económico,
medioambiental… El ser humano debe empezar a hacerse preguntas más importantes
y dejar de creer en superestructuras… Es tiempo para los individuos.
¿A qué se debe la falta
de liderazgo de los políticos? ¿Están perpetuando viejas estructuras?
Las emociones que la mayoría de nosotros tenemos y que crean
esas situaciones de egoísmo que hemos comentado, desafortunadamente, son las
mismas que tienen nuestros líderes. No puedes dar la paz en una iglesia y salir
pisando a los demás al salir porque tienes prisa. Esa es una típica oposición
entre el cuerpo y la mente, no hay coherencia entre lo que dices, lo que haces
y lo que piensas.
Si existe una mente común, una red de pensamiento a la que toda
la gente está unida,
¿Con
qué pensamientos se podrían crear nuevos líderes?
La sustancia que unifica las células y el universo entero es el
amor. En una neurona se puede observar cómo una cierta cantidad de esa
sustancia desconecta los patrones antiguos de pensamiento. Se da cuando
empezamos a tomar decisiones que consideran al todo. Primero hay que sentir
amor por uno mismo y, en consecuencia, amamos todo lo demás. Si no nos gustan
ciertas cosas, debemos eliminarlas antes en nosotros.
¿Es posible que la actual
crisis se materializara porque muchas mentes la crearon con sus pensamientos?
Como científico, le digo que sí, ¡evidentemente! La crisis ha
estado en la mente de todas esas personas.
¿Cómo será el cerebro de
un hombre consciente?
Tendrá muchas más conexiones sinápticas, las que comunican entre
sí la información que contienen las neuronas. Veremos el cerebro trabajando en
una forma de pensamiento más coherente, con transmisiones neurológicas mucho
más rápidas. El lóbulo frontal estará completamente conectado con el
subconsciente, y tendremos neurotransmisores secuenciados desde la glándula
pineal, que mejorarán nuestra percepción de la realidad. Quizás algunas
personas estén a las puertas de un cambio de potencial de su cerebro. Lo único
que sé es que no puedes esperar a que el cambio se produzca. Tienes que actuar
sobre él. Dios no te elige, tú te eliges.