La
muerte, se sabe, es lo que nos iguala a todos. No importa la riqueza, el credo
o la nacionalidad, todos morimos. Puede ser antes o después, el azar y el modo
en que elegimos vivir la vida es lo que lo marca, pero indefectiblemente
a cada uno de nosotros nos llegará el momento del adíos. No hay que
asustarse, aunque lamentable, es lo natural. Es el final.
O
quizás no. Quizás, porque siempre hay que mantener la mente
abierta, estamos equivocados. Tal vez la muerte es en realidad algo
que todavía no terminamos de entender. Podría no ser el fin que creemos
que es, sino sólo una fase. Por qué no. De lo que podemos estar seguros es
que no podemos estar seguros de nada.
Porque
la física cuántica, la extraña y fascinante física cuántica, tiene algo
para decir de esto. Y, de vuelta, como está acostumbrada, pone todo
patas para arriba.
Contraintuitiva
y desconcertante, la física cuántica nos ha enseñado que la realidad es
muchísimo más extraña de lo que parece. En el mundo cuántico, nada funciona
como todo lo que sabemos nos dice que debería funcionar. Ni siquiera
la muerte.
Al
menos es lo que asegura el científico estadounidense Robert Lanza,
quien dice tener pruebas definitivas que confirman que hay vida
después de la muerte y que esta no existe. Según él nunca deja de haber
vida, sólo se cambia la forma en cómo es percibida. Esta idea radica en la
física cuántica, y en concreto en la nueva teoría del biocentrismo.
La
teoría del biocentrismo supone que la muerte no puede ser un evento
terminal, tal y como la solemos considerar. El concepto de la muerte es
un mero producto de nuestra conciencia porque nos asociamos
con nuestro cuerpo y sabemos que los cuerpos físicos mueren.
El
profesor afirma que el biocentrismo explica que el universo solo existe
debido a la conciencia de un individuo sobre él mismo y que los
conceptos de espacio y tiempo sólo son meros instrumentos de la mente.
Robert
Lanza da respuesta al gran enigma de la existencia humana a partir de la teoría
del biocentrismo, algo parecido a la idea de universos paralelos donde hay un
número infinito de universos y todo lo que podría suceder ocurre en alguno de
ellos. El profesor argumenta que cuando morimos, nuestra vida se convierte en
una "flor perenne que vuelve a florecer en el multiverso"
(?).
"La
vida es una aventura que trasciende nuestra forma lineal ordinaria de
pensar; cuando morimos, no lo hacemos según una matriz aleatoria, sino
según la matriz ineludible de la vida. La muerte no existe en un mundo sin
espacio ni tiempo. La inmortalidad no significa la existencia perpetua en el
sistema temporal, sino que se encuentra completamente fuera del tiempo”, cerró
el particular científico.