TEL AVIV. Israel Finkelstein es un
hombre de suerte: aunque sus trabajos de arqueología cuestionan el origen
divino de los primeros libros del Antiguo Testamento, judíos y católicos acogen
sus hipótesis con auténtico interés y, curiosamente, no lo estigmatizan.
Este enfant terrible de la ciencia
revolucionó la nueva arqueología bíblica cuando afirmó que la saga histórica
relatada en los cinco libros que conforman el Pentateuco de los cristianos y la
Torá de los judíos no responde a ninguna revelación divina. Dijo que, por el
contrario, esa gesta es un brillante producto de la imaginación humana y que
muchos de sus episodios nunca existieron.
"Los primeros israelitas eran pastores nómadas de Canaán" dice Finkelstein. |
Añade que esos textos bíblicos son
una compilación iniciada durante la monarquía de Josías, rey de Judá, en el
siglo VII a.C. En aquel momento, ese reino israelita del Sur comenzó a surgir
como potencia regional, en una época en la cual Israel (reino israelita del
Norte) había caído bajo control del imperio asirio.
El principal objetivo de esa obra era
crear una nación unificada, que pudiera cimentarse en una nueva religión. El
proyecto, que marcó el nacimiento de la idea monoteísta, era constituir un solo
pueblo judío, guiado por un solo Dios, gobernado por un solo rey, con una sola
capital, Jerusalén, y un solo templo, el de Salomón. En sus trabajos, que han
marcado a generaciones de la nueva escuela de la arqueología bíblica,
Finkelstein establece una coherencia entre los cinco libros del Pentateuco: el
Génesis, el Exodo, el Levítico, los Números y el Deuteronomio. Los siglos nos
han traído esos episodios que relatan la creación del hombre, la vida del
patriarca Abraham y su familia -fundadores de la nación judía-, el éxodo de
Egipto, la instalación en la tierra prometida y la época de los Reyes. Según
Finkelstein, esos relatos fueron embellecidos para servir al proyecto del rey
Josías de reconciliar a los dos reinos israelitas (Israel y Judá) e imponerse
frente a los grandes imperios regionales: Asiria, Egipto y Mesopotamia. El
arqueólogo recibió a LA NACION en la Universidad de Tel Aviv.
-Durante más de veinte siglos, los
hombres creyeron que Dios había dictado las Escrituras a un cierto número de
sabios, profetas y grandes sacerdotes israelitas.
-Así es. Para las autoridades
religiosas, judías y cristianas, Moisés era el autor del Pentateuco. Según el
Deuteronomio, el profeta lo escribió poco antes de su muerte, en el monte Nebo.
Los libros de Josué, de los Jueces y de Samuel eran archivos sagrados,
obtenidos y conservados por el profeta Samuel en el santuario de Silo, y los
libros de los Reyes venían de la pluma del profeta Jeremías. Así también, David
era el autor de los Salmos y Salomón, el de los Proverbios y el del Cantar de
los Cantares.
-Y sin embargo?
-Desde el siglo XVII, los expertos
comenzaron a preguntarse quién había escrito la Biblia. Moisés fue la primera
víctima de los avances de la investigación científica, que planteó cantidad de
contradicciones. ¿Cómo es posible -preguntaron los especialistas- que haya sido
el autor del Pentateuco cuando el Deuteronomio, el último de los cinco libros,
describe el momento y las circunstancias de su propia muerte?
-Usted afirma que el Pentateuco fue
escrito en una época mucho más reciente.
-La arqueología moderna nos permite
asegurar que el núcleo histórico del Pentateuco y de la historia deuteronómica
fue compuesto durante el siglo VII antes de Cristo. El Pentateuco fue una
creación de la monarquía tardía del reino de Judá, destinada a propagar la
ideología y las necesidades de ese reino. Creo que la historia deuteronómica
fue compilada, durante el reino de Josías, a fin de servir de fundamento
ideológico a ambiciones políticas y reformas religiosas particulares.
-Según la Biblia, primero fue el
viaje del patriarca Abraham de la Mesopotamia a Canaán. El relato bíblico
abunda en informaciones cronológicas precisas.
-Es verdad. La Biblia libra una
cantidad de informaciones que deberían permitir saber cuándo vivieron los
patriarcas. En ese relato, la historia de los comienzos de Israel se desarrolla
en secuencias bien ordenadas: los Patriarcas, el Exodo, la travesía del
desierto, la conquista de Canaán, el reino de los Jueces, el establecimiento de
la monarquía. Haciendo cálculos, Abraham debería de haber partido hacia Canaán
unos 2100 años antes de Cristo.
-¿Y no es así?
-No. En dos siglos de investigación
científica, la búsqueda de los patriarcas nunca dio resultados positivos. La
supuesta migración hacia el Oeste de tribus provenientes de la Mesopotamia, con
destino a Canaán, se reveló ilusoria. La arqueología ha probado que en esa
época no se produjo ningún movimiento masivo de población. El texto bíblico da
indicios que permiten precisar el momento de la composición final del libro de
los Patriarcas. Por ejemplo, la historia de los patriarcas está llena de
camellos. Sin embargo, la arqueología revela que el dromedario sólo fue
domesticado cuando se acababa el segundo milenio anterior a la era cristiana y
que comenzó a ser utilizado como animal de carga en Medio Oriente mucho después
del año 1000 a.C. La historia de José dice que la caravana de camellos
transporta "goma tragacanto, bálsamo y láudano". Esa inscripción
corresponde al comercio realizado por los mercaderes árabes bajo control del
imperio asirio en los siglos VIII y VII a.C. Otro hecho anacrónico es la
primera aparición de los filisteos en el relato, cuando Isaac encuentra a
Abimelech, rey de los filisteos. Esos filisteos -grupo migratorio proveniente
del mar Egeo o de Asia Menor- se establecieron en la llanura litoral de Canaán
a partir de 1200 a.C. Esos y otros detalles prueban que esos textos fueron
escritos entre los siglos VIII y VII a.C.
-El heroísmo de Moisés frente a la
tiranía del faraón, las diez plagas de Egipto y el éxodo masivo de israelitas
hacia Canaán son algunos de los episodios más dramáticos de la Biblia. ¿También
eso es leyenda?
-Según la Biblia, los descendientes
del patriarca Jacob permanecieron 430 años en Egipto antes de iniciar el éxodo
hacia la Tierra Prometida, guiados por Moisés, a mediados del siglo XV a.C.
Otra posibilidad es que ese viaje se haya producido dos siglos después. Los
textos sagrados afirman que 600.000 hebreos cruzaron el Mar Rojo y que erraron
durante 40 años por el desierto antes de llegar al monte Sinaí, donde Moisés
selló la alianza de su pueblo con Dios. Sin embargo, los archivos egipcios, que
consignaban todos los acontecimientos administrativos del reino faraónico, no
conservaron ningún rastro de una presencia judía durante más de cuatro siglos
en su territorio. Tampoco existían, en esas fechas, muchos sitios mencionados
en el relato. Las ciudades de Pitom y Ramsés, que habrían sido construidas por
los hebreos esclavos antes de partir, no existían en el siglo XV a.C. En cuanto
al Exodo, desde el punto de vista científico no resiste el análisis.
-¿Por qué?
-Porque, desde el siglo XVI a.C.,
Egipto había construido en toda la región una serie de fuertes militares,
perfectamente administrados y equipados. Nada, desde el litoral oriental del
Nilo hasta el más alejado de los pueblos de Canaán, escapaba a su control. Casi
dos millones de israelitas que hubieran huido por el desierto durante 40 años
tendrían que haber llamado la atención de esas tropas. Sin embargo, ni una
estela de la época hace referencia a esa gente. Tampoco existieron las grandes
batallas mencionadas en los textos sagrados. La orgullosa Jericó, cuyos muros
se desplomaron con el sonar de las trompetas de los hebreos, era entonces un
pobre caserío. Tampoco existían otros sitios célebres, como Bersheba o Edom. No
había ningún rey en Edom para enfrentar a los israelitas. Esos sitios
existieron, pero mucho tiempo después del Exodo, mucho después de la emergencia
del reino de Judá. Ni siquiera hay rastros dejados por esa gente en su peregrinación
de 40 años. Hemos sido capaces de hallar rastros de minúsculos caseríos de 40 o
50 personas. A menos que esa multitud nunca se haya detenido a dormir, comer o
descansar: no existe el menor indicio de su paso por el desierto.
-En resumen, los hebreos nunca
conquistaron Palestina.
-Nunca. Porque ya estaban allí. Los
primeros israelitas eran pastores nómadas de Canaán que se instalaron en las
regiones montañosas en el siglo XII a.C. Allí, unas 250 comunidades muy
reducidas vivieron de la agricultura, aisladas unas de otras, sin
administración ni organización política. Todas las excavaciones en la región
exhumaron vestigios de poblados con silos para cereales, pero también de
corrales rudimentarios. Esto nos lleva a pensar que esos individuos habían sido
nómadas que se convirtieron en agricultores. Pero ésa fue la tercera ola de
instalación sedentaria registrada en la región desde el 3500 a.C. Esos
pobladores pasaban alternativamente del sedentarismo al nomadismo pastoral con
mucha facilidad.
-¿Por qué?
-Ese tipo de fluctuación era muy
frecuente en Medio Oriente. Los pueblos autóctonos siempre supieron operar una
rápida transición de la actividad agrícola a la pastoral en función de las
condiciones políticas, económicas o climáticas. En este caso, en épocas de
nomadismo, esos grupos intercambiaban la carne de sus manadas por cereales con
las ricas ciudades cananeas del litoral. Pero cuando éstas eran víctimas de
invasiones, crisis económicas o sequías, esos pastores se veían forzados a
procurarse los granos necesarios para su subsistencia y se instalaban a
cultivar en las colinas. Ese proceso es el opuesto al que relata la Biblia: la
emergencia de Israel fue el resultado, no la causa, del derrumbe de la cultura
cananea.
-Pero entonces, si esos primeros israelitas
eran también originarios de Canaán, ¿cómo identificarlos?
-Los pueblos disponen de todo tipo de
medios para afirmar su etnicidad: la lengua, la religión, la indumentaria, los
ritos funerarios, los tabúes alimentarios. En este caso, la cultura material no
propone ningún indicio revelador en cuanto a dialectos, ritos religiosos,
formas de vestirse o de enterrar a los muertos. Hay un detalle muy interesante
sobre sus costumbres alimentarias: nunca, en ningún poblado israelita, fueron
exhumados huesos de cerdo. En esa época, los primeros israelitas eran el único
pueblo de esa región que no comía cerdo.
-¿Cuál es la razón?
-No lo sabemos. Quizá los
protoisraelitas dejaron de comer cerdo porque sus adversarios lo hacían en
profusión y ellos querían ser diferentes. El monoteísmo, los relatos del Exodo
y la alianza establecida por los hebreos con Dios hicieron su aparición mucho
más tarde en la historia, 500 años después. Cuando los judíos actuales observan
esa prohibición, no hacen más que perpetuar la práctica más antigua de la
cultura de su pueblo verificada por la arqueología.
-En el siglo X a.C. las tribus de
Israel formaron una monarquía unificada -el reino de Judá- bajo la égida del
rey David. David y su hijo, Salomón, servirán de modelo a las monarquías de
Occidente. ¿Tampoco ellos fueron lo que siempre se creyó?
-Tampoco en este caso la arqueología
ha sido capaz de encontrar pruebas del imperio que nos legó la Biblia: ni en
los archivos egipcios ni en el subsuelo palestino. David, sucesor del primer rey,
Saúl, probablemente existió entre 1010 y 970 a.C. Una única estela encontrada
en el santuario de Tel Dan, en el norte de Palestina, menciona "la casa de
David". Pero nada prueba que se haya tratado del conquistador que evocan
las Escrituras, capaz de derrotar a Goliat. Es improbable que David haya sido
capaz de conquistas militares a más de un día de marcha de Judá. La Jerusalén
de entonces, escogida por el soberano como su capital, era un pequeño poblado,
rodeado de aldeas poco habitadas. ¿Dónde el más carismático de los reyes
hubiera podido reclutar los soldados y reunir el armamento necesarios para
conquistar y conservar un imperio que se extendía desde el Mar Rojo, al Sur,
hasta Siria, al Norte? Salomón, constructor del Templo y del palacio de Samaria,
probablemente tampoco haya sido el personaje glorioso que nos legó la Biblia.
-¿Y de dónde salieron sus fabulosos
establos para 400.000 caballos, cuyos vestigios sí se han encontrado?
-Fueron criaderos instalados en el
Sur por el reino de Israel varios decenios más tarde. A la muerte de Salomón,
alrededor del 933 a.C., las tribus del norte de Palestina se separaron del
reino unificado de Judá y constituyeron el reino de Israel. Un reino que,
contrariamente a lo que afirma la Biblia, se desarrolló rápido, económica y
políticamente. Los textos sagrados nos describen las tribus del Norte como
bandas de fracasados y pusilánimes, inclinados al pecado y a la idolatría. Sin
embargo, la arqueología nos da buenas razones para creer que, de las dos
entidades existentes, la meridional (Judá) fue siempre más pobre, menos
poblada, más rústica y menos influyente. Hasta el día en que alcanzó una
prosperidad espectacular. Esto se produjo después de la caída del reino nórdico
de Israel, ocupado por el poderoso imperio asirio, que no sólo deportó hacia
Babilonia a los israelitas, sino que además instaló a su propia gente en esas
fértiles tierras.
-¿Fue, entonces, durante el reino de
Josías en Judá cuando surgió la idea de ese texto que se transformaría en
fundamento de nuestra civilización occidental y origen del monoteísmo?
-Hacia fines del siglo VII a.C. hubo
en Judá un fermento espiritual sin precedente y una intensa agitación política.
Una coalición heteróclita de funcionarios de la corte sería responsable de la
confección de una saga épica compuesta por una colección de relatos históricos,
recuerdos, leyendas, cuentos populares, anécdotas, predicciones y poemas
antiguos. Esa obra maestra de la literatura -mitad composición original, mitad
adaptación de versiones anteriores- pasó por ajustes y mejoras antes de servir
de fundamento espiritual a los descendientes del pueblo de Judá y a
innumerables comunidades en todo el mundo.
-El núcleo del Pentateuco fue
concebido, entonces, quince siglos después de lo que creíamos. ¿Sólo por
razones políticas? ¿Con el fin de unificar los dos reinos israelitas?
-El objetivo fue religioso. Los
dirigentes de Jerusalén lanzaron un anatema contra la más mínima expresión de
veneración de deidades extranjeras, acusadas de ser el origen de los infortunios
que padecía el pueblo judío. Pusieron en marcha una campaña de purificación
religiosa, ordenando la destrucción de los santuarios locales. A partir de ese
momento, el templo que dominaba Jerusalén debía ser reconocido como único sitio
de culto legítimo por el conjunto del pueblo de Israel. El monoteísmo moderno
nació de esa innovación.