Un
profesor entra en clase y habla. Los alumnos, como mucho, toman apuntes. Como
no pueden recordar lo que se les dijo, les hacen exámenes. Pero poco después de
pasar esos exámenes, olvidan todo. Si se les pregunta a los alumnos:
«¿Podrías aprobar ahora, sin estudiar, el examen de matemáticas que pasaste el año
pasado?» La respuesta es no. ¿Por qué? Entre otras cosas, porque no se puede
aprender lo que nos dicen. Los recuerdos siempre van asociados a sorpresas,
emociones, retos. Se aprende haciendo. Y el "aprender haciendo" no es
un concepto nuevo. Desde la antigüedad, muchos filósofos y científicos han
reiterado que es la única forma de aprender.
PREGUNTA: ¿Por qué,
si es tan obvio que "aprender haciendo" es la mejor forma de
enseñanza, nadie hace nada para cambiar el sistema educativo y adaptarlo a ese
concepto?
RESPUESTA: Es
bastante difícil enseñar mediante el “aprender haciendo”. Si 30 niños aprenden
de esta forma, todos tendrán distintas necesidades y problemas a los que debe
enfrentarse el profesor al mismo tiempo. Y todos pueden ir en distintas
direcciones, según los intereses de cada uno.
El problema es el
aula. Cuando hay aulas y un maestro al frente, aprender haciendo es casi
imposible. Cambiar esto significa prescindir de las aulas, así como de la idea
de un profesor de pie delante de 30 niños, que sabe qué es verdad y te lo va a
contar. Este cambio resulta inconcebible para los colegios.
Aprender haciendo
implica tener un objetivo que conseguir. Los niños deben intentar hacer algo.
¿Qué intentan en el colegio? Sobre todo, aprobar exámenes y conseguir buenas
notas. La cuestión es si esa es una habilidad que merezca la pena enseñar.
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