El Problema del Infierno es un argumento contra la existencia de
Dios basado en un dilema ético que básicamente, dice que el infierno es un
castigo extremo e injusto, y que es imposible que un dios bondadoso y
misericordioso lo permita. Los defensores de esta teoría dicen que tampoco hay
necesidad de que los tormentos sean tan crueles y desproporcionados. El
"Problema del Infierno" como problema ético, está dirigido a todas
las religiones que creen en un infierno, y donde este, es excesivamente cruel y
sádico (tortura, dolor, fuego eterno, pena eterna) y son, por tanto,
incompatibles con los conceptos como la justicia, la misericordia, y la bondad
absoluta de Dios (nadie lo suficientemente cruel como para ejercer tales
castigos puede tener las cualidades atribuidas a Dios). El problema del
infierno gira en torno a cuatro puntos fundamentales: Dios existe, envía a las
personas para allá, busca castigarlos por su desobediencia (todo pecado es
desobediencia), no hay cómo escapar. Los defensores de esta tesis suponen que
cualquier dios capaz de condenar a sus hijos a la tortura no posee las
cualidades de un padre, y que además, denota actitudes inhumanas como sadismo,
crueldad, ferocidad, saña, perversión, revanchismo, falta de compasión, etc.
Por lo tanto, "no se puede ser un padre amoroso y un sádico sediento de
sangre al mismo tiempo".
"Por tanto, así como la cizaña se recoge y se quema en el
fuego, de la misma manera será en el fin del mundo. El Hijo del Hombre enviará
a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que son piedra de tropiezo y
a los que hacen iniquidad; y los echarán en el horno de fuego; allí será el
llanto y el crujir de dientes". Evangelio de Mateo 13:40-42 "Y al
siervo inútil, echadlo en las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el
crujir de dientes".
Evangelio de Mateo 25:30
Evangelio de Mateo 25:30
La incompatibilidad del infierno.
Existen varias cuestiones importantes para el problema del
infierno relacionadas con las incompatibilidades con supuestos tanto lógicas y
teológicas:
La primera es si es compatible con la idea de Justicia.
La segunda es si es compatible con la misericordia de Dios.
Una tercera cuestión, respecto al cristianismo, gira en torno a
si Dios piensa "restaurar todas las cosas" en el Apocalipsis.
Otras críticas a la doctrina del infierno se concentran sobre la
intensidad o la eternidad de los tormentos. Los argumentos a todas estas
cuestiones entran en conflicto con las cualidades de un dios bueno: Si Dios es
bueno, no deseará estos tormentos a sus hijos. Si Dios es misericordioso,
encontrará el perdón. Si Dios es omnisciente, él sabe desde siempre quién va a
ir al infierno y quién no. Si Dios es omnipotente, Él puede evitarlo, si no lo
hace, es porque no quiere, y si no quiere evitarlo, entonces no es bueno, ni
misericordioso, ni es Dios. Si Dios no puede evitarlo, entonces no es
omnipotente.
La divina misericordia.
Sobre la cuestión de armonizar el infierno de fuego y tormento
con el amor de Dios, y con su infinita misericordia. Tal como el problema del
mal, los defensores argumentan que los tormentos del infierno son atribuibles a
un defecto de la benevolencia de Dios, y tiene relación con la voluntad natural
humana. A pesar de que un dios benevolente prefiere ver a todos salvados, el
también hizo humanos defectuosos que son pecadores de nacimiento, y al ser
omnisciente, sabe quiénes están destinados a ir o no al infierno, a menos que
Él intervenga (cosa que podría hacer fácilmente). Sobre el hecho de que Dios
hace humanos destinados a desobedecerle, existe crueldad en el mismo hecho de
saberlo, véase, pecado de omisión. ¿Por qué Dios hizo seres humanos
defectuosos, propensos al pecado, para así poder condenarlos? Estas contradicciones
tienen que ver con haberles proporcionado voluntad de desobedecer, conociendo
lo que sufrirán por ello y por lo tanto permitiéndolo e incluso promoviéndolo.
El hecho de que Dios es omnisapiente y de todas formas envía personas al
infierno denota ensañamiento, revanchismo, preintención y voluntad manifiesta
de causar dolor.
Los detractores de esta teoría argumentan esto como una opción
permitida por Dios para que los que no quieran estar con el puedan hacerlo
libremente (aunque de todas formas pagarían por ello). Esto último sirve a
quienes postulan que esta no es verdadera libertad si por ella uno tiene que
arder en el infierno. C.S. Lewis propuso en su libro El Gran Abismo que
"hay apenas dos tipos de personas al final: las que dicen 'que se haga tu
voluntad' y aquellas a quienes Dios dice 'Entonces bien, haz lo que
quieras'" siendo el resultado de "haz lo que quieras" el fuego
eterno.
La responsabilidad (o irresponsabilidad) de Dios.
Un problema permanece en torno a las teologías cristianas
"Sobre la gracia de admitir que Dios podría convertir el corazón de cada
pecador y todavía dejar la libertad de voluntad en esa integridad"1 En la
tradición tomista, Dios concede la gracia suficiente para la salvación a todos.
Algunos críticos modernos de la doctrina del Infierno (como Marilyn Adams
McCord) afirman que, aunque el infierno fuera visto como una decisión en vez de
un castigo, no sería razonable para Dios darnos algo tan inconsistente como la
responsabilidad de nuestro destino eterno.2 Así como cualquier padre tomaría
las responsabilidades por su hijo de saber que este puede hacerse daño a sí
mismo. Este argumento gira en torno a que la seguridad de las personas es más
importante que la voluntad de equivocarse. Jonathan Kvanvig en su libro The Problem
of Hell, concuerda en que Dios no permitiría que alguien sea condenado
eternamente por una decisión tomada en determinadas condiciones.3 Se debe
anteponer el bienestar del individuo, aunque este sea un adulto completo, si,
por ejemplo, la decisión fuera hecha cuando este deprimido o descuidado. Si
existe un dios bueno y que todo lo puede, el nos alejará del castigo por
decisiones que hagamos en condiciones que no son nuestra responsabilidad,
puesto que en esas condiciones, no seríamos los únicos responsables de nuestro
comportamiento, sino víctimas de la situación en la que hemos caído y por la
que habremos obrado con el juicio nublado. Para Kraving, Dios no abandonará a
ninguna persona hasta que haya hecho una decisión definitiva en circunstancias
favorables, aunque rechace a Dios, Él habrá de respetar una decisión hecha en
las circunstancias correctas. Una vez que uno esté consciente y finalmente opte
por rechazar a Dios, habrá respetado la autonomía de la persona, y permitirá
que esta sea aniquilada. O bien, entenderá que el hecho de tener una opinión
diferente a la que el impuso no es por maldad sino por simple resultado de su
proceso de pensamiento, que puede ser distinto en cada persona y bajo cada
situación. El acto de que es preciso creer en Dios, o si no ser objeto de
condena eterna o aniquilación, muchas veces es percibida como una táctica para
asustar y forzar inevitablemente a alguien a creer en Dios, que parece decir
"puedes creer en mí o no, pero de no hacerlo, sufrirás por toda la eternidad
en el infierno". El argumento falla en la medida en que por una cuestión
de hecho, Dios no dice "puedes creer en mí o no" lo cual entra en
conflicto, de nuevo, con el libre albedrío.
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